Cambiar la mirada para ejercer una práctica docente feminista

Cambiar la mirada para ejercer una práctica docente feminista

FOTO: Fuhem

¿Hay machismo en el día a día de los centros educativos? ¿Qué situaciones identificamos que se podrían y deberían erradicar? ¿Qué podemos hacer como profesionales de la educación?

MARA NIETO

Pensemos en un día cualquiera en un instituto. Empieza la jornada, el alumnado recorre los pasillos de un centro educativo que se encuentra abarrotado a primera hora. Mientras se dirigen a clase, interactúan entre sí, ¿cómo son esas interacciones? Puede que haya grupos claramente definidos y separados de chicos y chicas. Puede ser que los chicos se estén riendo o que compartan con sus compañeros y compañeras una anécdota del día anterior. O puede que “jueguen” a empujarse unos a otros o a comentar entre ellos la foto de Instagram que subió ayer una de sus compañeras. Puede que las chicas estén hablando entre ellas, contando algo que les ha pasado o jugando a algo. Puede que chicos, chicas y personas no binarias estén mezcladas y que interactúen, por ejemplo, metiéndose unos con otras o ellos tocándoles el cuerpo u opinando sobre sus cuerpos sin consentimiento, o puede que las interacciones que existen sean respetuosas e impere una actitud de cuidados.

Si nos trasladamos a un colegio de educación primaria o una escuela infantil, ¿cómo se comportan los niños y las niñas? Podemos reflexionar sobre el tipo de ropa que llevan, los colores que predominan, qué espacios ocupan niños y niñas y cómo, qué estilos de juego tienen, cómo es el lenguaje que utilizan, cómo interactúan entre sí, etc.
Incluso en un centro de Formación Profesional o en uno de educación para personas adultas, ¿qué diferencias vemos en los estilos de participación, en el tipo de comportamientos o en los roles en el aula?

¿Cómo es un día cualquiera en tu centro? Te propongo que llegues una mañana y adoptes una actitud de curiosidad. Como si fuera la primera vez que pisas un centro educativo. Incluso como si fuera la primera vez que pisas La Tierra y no supieras nada de cómo nos comportamos. ¿Cómo son las personas que ves? ¿Cómo son sus interacciones? Con actitud de apertura y curiosidad podemos darnos cuenta de cosas que normalmente nos pasan desapercibidas, tanto positivas como negativas.

Hay muchas pequeñas cosas, pequeñas señales, que nos hablan del nivel de machismo que nos rodea. Sigue estando muy presente en todos los ámbitos y edades. Lo interesante es tomar conciencia de todas esas señales para poder cambiarlas. Por eso es importante que dediquemos tiempo y nos paremos a observar con esta mirada de quien quiere descubrir qué ocurre, para poder reflexionar a partir de lo que vemos.

Si asumimos que el machismo impregna todos los ámbitos de nuestras vidas, aunque trabajemos para que no sea así, es evidente que el ámbito educativo no se salva. Puede haber machismo en los libros que utilizamos, en el lenguaje con el que nos referimos a nuestro alumnado, en los materiales y las imágenes que elegimos, en las actividades que proponemos, en cómo interactuamos con el profesorado, con las familias, con el alumnado o en cómo evaluamos… Sí, sí. En cómo evaluamos. Aceptar el error como parte del proceso de aprendizaje, por ejemplo, dice mucho de cómo entendemos la educación, pero también de cómo pensamos el mundo en términos de cuidados y de respeto, si decidimos castigar o decidimos ayudar. En cómo gestionamos la convivencia y los conflictos, en cómo fomentamos o no la participación del alumnado, o en cómo aceptamos o no la diversidad también encontramos señales. ¿Qué tipo de intervenciones y medidas ponemos en marcha cuando hay algún conflicto? ¿Optamos por sanciones y expulsiones o, por el contrario, por medidas de reparación y reflexión? ¿El alumnado tiene voz y voto en las decisiones del día a día que le afectan? ¿Cómo recibimos las distintas diversidades (de capacidades, de origen, de orientaciones sexuales, de género, etc.), y cómo las tratamos en el aula? En definitiva, cómo nos dirigimos a ellos y ellas cuando les pedimos alguna tarea, cómo interactuamos y fomentamos que interactúen entre sí, y cómo les señalamos alguna conducta, dice mucho de si entendemos las relaciones en términos de escucha, respeto y, en definitiva, con una mirada pedagógica de cuidados.

También hay mucha pedagogía en cómo transmitimos nuestros deseos y necesidades, y cómo educamos al alumnado para que los identifiquen y comuniquen, lo que también influye en que se den prácticas en el aula más cuidadosas y feministas o no. Una cuestión esencial desde la pedagogía feminista y la atención a cómo son nuestras interacciones y qué aprendizajes promovemos en torno a éstas tiene que ver con el consentimiento, que va más allá del ámbito de lo sexual. El consentimiento tiene que ver con cómo expresamos y atendemos lo que deseamos y cómo gestionamos los deseos del resto. Y este es un enfoque que, desde esa pedagogía de los cuidados de la que hablamos, también es necesario revisar en la escuela.

También podemos darnos cuenta, con esa mirada curiosa, de otras señales que nos informan de buenas prácticas, de aspectos positivos que ya están en marcha y que serán indispensables para caminar hacia un mundo más feminista. Todas esas otras pequeñas señales, como un abrazo, una actitud de cuidados hacia una persona, una actitud de respeto hacia los procesos de aprendizaje del alumnado, una actividad cooperativa, un proyecto de investigación en grupo sobre la justicia social… Podemos entrenarnos para mirar también todas esas situaciones y ponerlas en valor, y darles el espacio central que necesitamos que tengan en la escuela para transformar la sociedad.

En mi opinión, si tuviera que señalar qué aspectos son fundamentales para desarrollar prácticas educativas y pedagogías más feministas, diría que son principalmente dos que, además, están sumamente interrelacionados. Uno tiene que ver con la mirada curiosa y su entrenamiento, en lo que tiene un papel esencial la formación al respecto. El segundo tiene que ver con los procesos de reflexión sobre nuestra práctica. Planteo que son dos cuestiones interrelacionadas porque no podemos tener una sin la otra: necesitamos formarnos en pedagogías feministas para entrenar nuestra mirada, reflexionar y probar nuevas prácticas, y necesitamos reflexionar sobre nuestra práctica para darnos cuenta de que necesitamos seguir formándonos e identificar todo aquello que se nos pasa por alto, para transformarlo.

Por tanto, animaría a toda persona que se dedique al ámbito educativo a indagar, a cuestionarse y reflexionar sobre la propia práctica y a formarse. Todo ello para seguir entrenando esa mirada que nos puede ayudar, en el día a día, a erradicar y transformar el machismo, y a potenciar esas pequeñas acciones que van en la línea de una pedagogía feminista inclusiva, interseccional y respetuosa con las personas y el resto de seres.

Este artículo fue originalmente publicado en eldiariodelaeducacion.com

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