Abordar el conflicto Israel-Palestina en las aulas

Abordar el conflicto Israel-Palestina en las aulas

Sindicatos y entidades educativas han exigido el cese del genocidio en Gaza y han convocado a maestros, alumnos y familias a manifestarse ante los propios centros. Algunos docentes, centros e incluso alguna concejalía de Educación han tenido problemas con este llamamiento; se han denunciado presuntos sesgos por la forma de abordar el tema en el aula y se han impedido o censurado manifestaciones de apoyo a la población palestina en el entorno escolar.

CÉLINE BARBEITO Y GEORGINA CASAS

“De la gente anónima, de la gente sufrida, de la gente explotada aprendí que la paz es fundamental, indispensable. Pero la paz requiere luchar por ella. La paz crece y se fortalece en y por la superación de realidades sociales perversas. La paz se construye en la incesante construcción de la justicia social. Por eso no creo en ningún esfuerzo, por mucho que se autodenomine ‘educación por la paz’, que en lugar de revelar las injusticias del mundo, las devuelva opacas e intente miopizar a sus víctimas.”

Paulo Freire

Desde el pasado 7 de octubre, la escalada de violencia en Oriente Medio, retransmitida en directo, ha causado un número insoportable de víctimas y ha tenido un gran impacto en la opinión pública. Las muertes y toma de rehenes de civiles israelíes, y las inacabables muertes de civiles palestinos, el bloqueo humanitario y el uso del hambre como arma de guerra, crecientemente denunciado como genocidio en la Franja de Gaza, exigen respuestas.

En las últimas semanas, organizaciones que piden el fin de los ataques a Palestina han realizado numerosos llamamientos a la movilización social, manifestaciones por el alto el fuego, mociones para el embargo de armas o llamadas al boicot. Parte de la comunidad educativa también se ha expresado en esta línea. Sindicatos y entidades educativas han exigido el cese del genocidio en Gaza y han convocado a maestros, alumnos y familias a manifestarse ante los propios centros. Algunos docentes, centros e incluso alguna concejalía de Educación han tenido problemas con este llamamiento; se han denunciado presuntos sesgos por la forma de abordar el tema en el aula y se han impedido o censurado manifestaciones de apoyo a la población palestina en el entorno escolar. ¿Por qué estas movilizaciones han generado tanta controversia? ¿Es necesario abordar este conflicto en el aula? Desde nuestra realidad y práctica educativa, algunas reflexiones.

Abordar los temas controvertidos es una responsabilidad educativa. Los espacios educativos tienen la obligación de trabajar situaciones de aprendizaje (LOMLOE, 2020) partiendo de información relevante para la ciudadanía, y polémicas y controversias en torno a un hecho. Pedir que las escuelas no se manifiesten y sean neutrales es no asumir la parte de responsabilidad que todas tenemos en la denuncia de ataques armados contra israelíes y palestinos desarmados y de un genocidio de la población palestina, incluidos el bombardeo de escuelas y ejecución de niños, así como de las implicaciones occidentales en el origen y perpetuación de este conflicto. Cuando el nivel de violencia es tan extremo, el silencio es cómplice de la barbarie.

Acompañar la reflexión sin rehuir la complejidad es pedagógicamente acertado. ¿Cuándo se inició este conflicto? ¿Es un conflicto armado o un genocidio? ¿El derecho a la resistencia ante una ocupación justifica cualquier acto? ¿El derecho de defensa ante un ataque puede ser ilimitado? ¿Qué margen de actuación no violenta existe? ¿Qué papel están jugando los distintos actores internacionales en el conflicto y cómo contribuyen a la perpetuación de la violencia armada o a la paz? Por difícil que sea, es necesario velar para que los espacios educativos sean ágoras en las que se trabaje el análisis de las causas del conflicto, y donde se reflexione sobre el impacto del conflicto en la población. Los centros deben ser un espacio que acoja las preguntas e inquietudes de los niños y jóvenes respecto a lo que sucede en el mundo. En caso de no tener respuestas o no sentirnos suficientemente preparados, podemos invitar a personas expertas o testigos que aporten opiniones y datos desde diferentes perspectivas, para fomentar la reflexión crítica entre el alumnado. No hay opiniones buenas o malas, pero sí hay opiniones más fundamentadas que otras y opiniones basadas en el respeto a los derechos fundamentales.

Educar en valores es incompatible con educar en la indiferencia o la equidistancia mal entendida. Es responsabilidad de todas profundizar en la comprensión de este conflicto, yendo a sus raíces históricas y reconociendo que la violencia y el dolor, aunque en distinta medida, impactan en las poblaciones de Palestina e Israel. Es posible rechazar el abuso de la fuerza militar del ejército israelí y, al mismo tiempo, reconocer a las víctimas civiles israelíes. Es posible denunciar las violaciones del derecho internacional humanitario por ambos lados y, al mismo tiempo, no equiparar los daños, que se están causando en muy distinta medida. La educación en los valores de la paz, los derechos humanos y la justicia global apela a no ser indiferentes ni neutrales en casos de violaciones de derechos humanos graves, provengan de donde provengan. En estos casos, la educación no debería buscar ser neutral.

Escuchar la visión del otro es algo difícil de poner en práctica y de enseñar. En conflictos como el de Israel y Palestina, donde hay tanto dolor por ambos lados, la reacción social está muy polarizada. Cuando personas o grupos han sido atacados, los sentimientos de agravio —por los hechos terribles que han sucedido— y de amenaza —por lo que puede seguir sucediendo— hacen casi imposible empatizar y reconocer el dolor del otro. Para tomar conciencia de las propias emociones y de los propios sesgos es útil apostar por metodologías socioafectivas o lenguajes artísticos que permitan a las personas expresar cómo se sienten, como punto de partida para comprender mejor posiciones distintas a la propia.

Establecer límites en los debates también es una cuestión de derechos humanos. ¿Podemos acoger todas las opiniones sobre el conflicto? ¿Son todas respetables? ¿Se pueden permitir comentarios antisemitas o antijudíos? ¿Qué ocurre con la islamofobia presente en nuestra sociedad, que deshumaniza a la población palestina hasta el punto de normalizar o aceptar como “lo que toca” su destrucción? Poner en cuestión las ideas o conceptos preestablecidos de los niños y jóvenes contrarios a los derechos humanos o que privilegian a determinados sectores de la población a costa de la opresión de otros debe ser una de las funciones de la educación, si queremos construir sociedades comprometidas con la dignidad humana.

Evitar que ningún niño o joven se sienta señalado es obligación de los educadores y educadoras. Para proteger a los niños y jóvenes de posibles denigraciones por el hecho de simpatizar con un bando u otro, es necesario hacer comprender que el comportamiento de los Estados es diferente al de la ciudadanía. Uno de los argumentos esgrimidos contra los murales propalestinos en las escuelas es el riesgo de que pueda haber niños de origen israelí que puedan ser señalados por otros niños. Sin embargo, esta preocupación no paralizó actos simbólicos el año anterior con el inicio de la guerra de Ucrania, en centros con alumnado ruso y ucraniano, y muchos centros pudieron celebrar actos por la paz teniendo en cuenta que todo el alumnado se sintiera incluido.

Movilizar a la comunidad educativa contra las injusticias es un síntoma de calidad del sistema. Contribuir a las acciones sociales que piden el cese de la violencia armada, incluido el bombardeo de centros escolares, educa a niños y jóvenes sobre la necesidad de reconocerse como agentes de cambio social, capaces de contribuir colectivamente a la transformación de nuestra sociedad y, en este caso, de formar parte de la ola social que reclama el respeto por los derechos humanos, el derecho internacional y el derecho humanitario.

Este artículo fue originalmente publicado en eldiariodelaeducacion.org

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