LOMLOE: nada nuevo bajo el sol

HÉCTOR ALMAZÁN

A tenor de lo leí­do el pasado miércoles en algunos titulares, parece que tenemos nueva ley educativa. Bueno, la realidad es que no.

No, porque lo que ocurrió hace unos dí­as no fue la aprobación de la LOMLOE (la Ley que modificará la LOE que ya fue modificada en su momento por la LOMCE). Lo que ocurrió simplemente fue que consiguió superar las enmiendas a la totalidad, el primer paso en la tramitación en las Cortes que podrán durar meses. Además, con la actual composición del Congreso, el Gobierno español seguramente tenga que aceptar ciertas modificaciones al texto.

Pero la realidad, más allá del párrafo anterior, es que, aunque se aprobara la Ley tal y como está tampoco cabrí­a hablar de «nueva» Ley educativa. El texto que el Gobierno ha trasladado a las Cortes se trata, a grandes rasgos, de una vuelta a la LOE.

Es cierto que la reforma de la reforma propone suprimir algunos de los elementos más perversos que introdujo la LOMCE, también conocida como Ley Wert: las reválidas para obtener la ESO y el Bachillerato, los itinerarios en la ESO de carácter excluyente, el extraño reparto de competencias entre administraciones o la locura evaluativa de los estándares de aprendizaje.

Pero también básicamente lo hace es volver a la estructura que ya establecí­a la LOE en su origen:

– En general, un reparto de competencias educativas menos agresivo desde el estado central hacia las comunidades autónomas.

– Una Primaria repartida en ciclos de dos años relativamente integrados entre sí­, con la materia de Conocimiento del Medio y una Evaluación de Diagnóstico en 4º.

– Una Secundaria en la que desaparecen los itinerarios excluyentes de 3º y 4º y vuelve la Diversificación Curricular a 3º y 4º y la Evaluación de Diagnóstico de 2º de ESO y sin reválida final.

– Un Bachillerato con la antigua estructura de materias comunes, de modalidad y opcionales y sin reválida al final.

– El papel de la materia confesional de Religión vuelve a ser el que establecí­a la LOE pre-LOMCE.

Se puede ver cómo esta Ley es poco rupturista. Lo que cambia lo hace para volver a una situación que ya existí­a anteriormente. Pero son muchas más las cosas que ni siquiera cambian: no cambia la existencia de la religión en la escuela, el reconocimiento de la concertada como parte del sistema educativo en igualdad con los centros de titularidad pública o la existencia de la sacrosanta libertad de elección.

Sí­ puede considerarse algún avance, aunque sea tí­mido: una consideración de la Educación Infantil menos asistencial y más educativa podrí­a ser el principal, pero tampoco hay muchos más casos. La mayorí­a de las modificaciones que no suponen deshacer la LOMCE son arreglos y mejoras que son fruto del paso del tiempo y necesarias puestas a punto de un texto original de 2006.

Es decir, que esta ley nace como una simple derogación de la LOMCE. Deshace los desastres de dicha ley y, ya de paso, adecenta el texto afectado por el paso del tiempo. Nada especialmente ambicioso ni innovador. Nada que permita hablar de avances claros. Nada que sea excusa de esperanzas de cambio. Nada nuevo bajo el sol.

Héctor Almazán es delegado sindical de CGT Enseñanza Aragón-La Rioja.

Artí­culo originalmente publicado en Arainfo.org

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